Estoy terminando la lectura de Animal Farm (Rebelión en la granja), del escritor británico Eric Arthur Blair, más conocido por su pseudónimo literario de George Orwell. La novela fue publicada en 1945, aunque el escritor la había compuesto entre noviembre de 1943 y febrero de 1944. Los editores, condescendientes con la revolución rusa, la desecharon, pero tras la caída del führer alemán, la editorial Secker & Warburg se apuntó el éxito seguro: antes de que Orwell muriera, en 1950, el libro había sido traducido a nada menos que 16 idiomas.
Como digo, aún no he terminado su lectura, pero 66 años después me parece que el retrato de la psique humana que el autor británico realiza sigue aún prevaleciendo. Animal Farm narra, a modo de fábula extensa, la historia de una rebelión-revolución, la rusa-humana, por la lucha de la igualdad. El propósito es conseguido y se establecen siete mandamientos del nuevo sistema:
1. Todo lo que camina sobre dos pies es un enemigo.
2. Todo lo que camina sobre cuatro patas, o tenga alas, es un amigo.
3. Ningún animal usará ropa.
4. Ningún animal dormirá en una cama.
5. Ningún animal beberá alcohol.
6. Ningún animal matará a otro animal.
7. Todos los animales son iguales.
Los cerdos son los encargados de velar por el cumplimiento, pero como en toda casa de vecino, quien inventa la ley, inventa la trampa. Y donde digo 'digo', digo 'Diego'. Los cerdos, comandados por el capitán Napoleón (parodia de Stalin), comienzan a entablar relaciones comerciales con los humanos, terminan utilizando ropa, duermen en camas (pese a que luego inventen la coletilla de dormir en cama, pero "sin sábanas") y beberán alcohol (aunque "no en exceso"). Los animales terminarán matándose unos a otros, y aunque todos son iguales, hay animales que "son más iguales que otros".
Así sucedió, verbigracia, con la historia del Cristianismo: el único que existió en estado puro murió en la cruz. Más tarde, la Iglesia se encargó de velar por el cumplimiento de los mandamientos y terminó, como los cerdos, convirtiéndose en artífice de cruzadas y crímenes (Santa Inquisición).
Y así sucede con todo aquello que comienza: con el paso de los años termina pervirtiéndose y perdiendo su esencia original. Por eso, Rebelión en la granja nos enseña que difícilmente podrá existir una sociedad igualitaria que sea eterna, que allá donde se instaure una clase gobernante (aunque sus principios sean benévolos), siempre existirá la injusticia y la desigualdad.
Comentarios
Publicar un comentario