La
buena literatura, la verdadera, se esconde tras una ciénaga de lacayos del
idioma. Nómadas oportunistas de la pluma que traman historias para enriquecerse
mientras la industria editorial se lucra de ellos en un proceso de
retroalimentación con intereses encontrados. Aunque ambos se utilizan mutuamente,
es sin embargo la empresa editorial quien controla definitivamente los resortes
del contrato.
Creo
necesario discernir entre temporeros y genios de la palabra. Los primeros
prescinden de la estética, se limitan a narrar acciones para sofocar las ansias
de evasión de lectores despreocupados. Sus historias tienen una fecha de
caducidad que no comprende más allá del tiempo que el usuario emplea en
consumir el producto y, por lo tanto, el libro se convierte en una mercancía
que entra al trapo de la fugacidad del “consumir y tirar” tan posmoderno. Las
librerías están anegadas de títulos publicados por estos jornaleros a tiempo
parcial, abruman las estanterías hasta ocultar los lomos de aquellos libros que
han sido elaborados por los verdaderos genios de la palabra, los que no pueden
prescindir ni de la ética ni de la estética porque ambas son el alma de las
historias que narran. En este caso, el libro es un ente vivo que perdura al
cabo de los siglos.
He
descubierto, escondido entre los anaqueles de las librerías, un volumen publicado
por un compañero de glorias que conocí en la entrega de algunos premios
literarios donde ambos fuimos galardonados. Su título es ‘Vino amargo’, y su
autor es un sevillano natural de Villanueva del Río y Minas: José Quesada
Moreno. El volumen contiene 19 relatos inconmensurables. Algunos de ellos han
logrado lo que ningún otro escritor consagrado ha podido: hacerme llorar de
emoción. Su estilo es sublime; sus historias, conmovedoras. José Quesada, cuya
profesión actual es la asesoría comercial, es un autor que merece ser leído,
que merece ser catapultado al candelero de la gran literatura. El miércoles
pasado me reencontré con él para que me firmara su libro. Conversamos dos
horas. Creí entenderle que iba a luchar por dar ese gran salto. Sus más de 50
premios literarios en toda España lo avalan. Ojalá, cuando llegue el momento
(próximo está), las grandes editoriales de este país sepan estar a su altura.
Comentarios
Publicar un comentario