La ministra de Igualdad, Bibiana Aído, se ha reunido con un comité de expertos con el objetivo de elaborar una nueva ley del aborto que garantice la seguridad jurídica de mujeres y médicos. En España la ley actual despenaliza en algunos supuestos: violación, malformación del feto y riesgo físico o psicológico para la madre. Sin embargo, en la gran mayoría de países europeos se encuentra en vigor una ley de plazos que, en el caso de Holanda, llega a las 24 semanas de gestación.
Precisamente esto es lo que me ha llamado la atención sobremanera: ¡nada menos que de seis meses disponen las embarazadas holandesas que deseen abortar! Siempre he defendido la utilidad del aborto en casos muy concretos y en un periodo de tiempo razonable, pero ¿seis meses? En medio año practicar un aborto supone asesinar a una criatura ya casi formada: cualquier ecografía muestra un ser con dos brazos, dos manos, dos piernas con sus pies, el sexo...
Los límites del comienzo de la vida son tremendamente imprecisos y nadie podría determinar si ya hay vida en el momento de la fecundación (¿podríamos llamar vida a ese amasijo de células en desarrollo según su información genética?) o después de las primeras cuatro semanas, o al cabo de ocho... Discutir sobre esta cuestión es un asunto arduo y nada fructífero, pero percibo con claridad y evidencia que abortar a los seis meses es sin duda un caso de crimen que no debería ser permitido por ninguna ley, a menos que, como ahora se permite en España, se ponga en riesgo físico o psicológico a la madre o el feto pueda malformarse. Me parece que la ley de plazos no debería plantear un periodo superior a las 10 semanas.
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