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Mostrando entradas de julio, 2008

Profesor, de por vida

Con esto de las vacaciones (hace mucho tiempo que no las disfrutaba al máximo, y lejos del pueblo) y la euforia después de haber superado las oposiciones y haber logrado plaza fija para toda la vida he vuelto a descuidar este espacio. Sólo quería compartir con todos la alegría de este éxito laboral y agradecer a cuantos creyeron en mí su apoyo y sus ánimos en esta difícil tarea de opositar. Continuaré saliendo del pueblo para disfrutar las vacaciones, pero al mismo tiempo voy a comenzar a escribir mi próximo trabajo literario, una novela corta cuyo guion y argumento ya tengo preparados y que trataré de entregar a finales de año a la editorial.

Brotes de magia

La he visto tocar el piano y me ha parecido acceder a una novela. Una niña japonesa, ciega de nacimiento, ha sido recibida por el presidente del gobierno de su país para comprobar que se trata de un nuevo portento de la música. Es un ejemplo más del poder que se esconde tras lo meramente físico o corporal. Con sus párpados sujetos a la penumbra y sus manos asilvestradas e indómitas la pequeña tocó una pieza con el arte de un Mozart deslumbrante cuando era también niño. Y el mundo no tiene más alternativa que rendirse a la magia de aquellos que han venido con un haz de luz embriagadora. Porque la chispa de la vida sólo brota en los más insospechados cálices de candidez. Así como brotó en Bernadette, o como en tantos otros niños prodigio, vuelven a resurgir voces de esperanza. La esperanza de encontrar una salida a las sombras en los brotes de genialidad que, aunque no tan a menudo, irrumpen para abandonar el mundanal ruido de días clonados y anodinos.

Punto de inflexión

Llevo cuatro o cinco días de vacaciones y he decidido dar un poco de vida a esta especie de confesión personal abandonada ya desde hace algunos meses. Sigo sin hacerme a la idea de tener que estar en la inactividad durante dos meses, pero esto de ser profesor es lo que tiene, y los niños también necesitan desconectar después de los exámenes y el calor. Terminó el curso y ya me examiné de las oposiciones, aunque aún estoy a la espera de las calificaciones, pero la sensación que tengo es la de un profundo tedio estival en la soledad de un pueblo al que he vuelto al cabo de ocho meses y en el que cada día que pasa me siento como un extraño. No hay razones para ello, pero son los síntomas que padezco. Tal vez la inmejorable experiencia docente en Córdoba sea culpable de estos azotes, aunque también hay otras causas más personales que podrían justificarlo. De todas formas he perdido el contacto con la actualidad de la localidad y la comarca. Si bien antes, por razones profesionales, debía e