Me da la sensación de que en más de una ocasión las editoriales nos tratan como a niños. Viven de lo efímero y construyen ensayos y dictámenes imprimiéndoles aires de historicidad sublime y trascendencia barata como si los borradores de la historia merecieran ya quedar encuadernados con las mejores tipografías, portadas y papeles de imprenta. Lo digo porque en los últimos días he visto más de una publicación sobre la figura de Barack Obama, que aún ni es presidente de los EE UU, sino sólo un aspirante. Y aunque lo fuera ya, ¿qué ha demostrado el candidato demócrata? Me temo que se está encumbrando demasiado a un señor que promete ser un punto de inflexión en la historia americana, pero del dicho al hecho -ya saben- va un buen trecho. Seamos más cautos y vayamos valorando cada hecho en su momento, no vaya a ser que luego nos llevos un chasco. Pero claro, las editoriales y los medios tienen que aprovechar el tirón de lo efímero. Pobre del que se deje embobar por estas ansias de tinta ráp...
La sal en la herida