5 de enero Fue, tal vez, el día que mayor ilusión (ilusión infantil) nos causó porque, en efecto, vimos y sentimos la nieve. Fuimos a ver el Palacio de Versalles, pero el lujo que prometía este colosal monumento se desvaneció cuando un guarda de seguridad nos informó que era lunes, y los lunes cierra el palacio sus puertas a los turistas. Pero no importó, porque el verde de los jardines de Versalles se convirtió en un blanco pulido y al mismo tiempo mullido. En la nieve, delante del Palacio de Versalles Nuestro primer contacto con la nieve fue en los andenes de la estación de tren. Allí dimos rienda suelta a los sueños de la infancia y comenzamos a lanzarnos copos de nieve. Para continuar con el ahorro, volvimos a almorzar en un McDonald, y hasta la caída del crepúsculo todo fue revolcarse por la nieve. No podíamos pasar la ocasión sin darnos el gustazo de realizar un muñeco de nieve (Andrés fue quien insistió; yo andaba un poco apático), y al final hicimos nacer a Versualdo, que así b...
La sal en la herida