Estimados lectores, a continuación publico una reflexión de Manuel López, profesor y compañero de claustro y de departamento (Lengua Castellana y Literatura) en el IES 'Antonio Gala' de Palma del Río (Córdoba) acerca de las pruebas de diagnóstico. El texto, una sátira muy elegante sobre el sistema educativo, no tiene desperdicio.
“Por fin semos uropeos”, dijimos un día al subirnos al tren de la modernidad y sacudirnos el complejo de catetos que veníamos arrastrando desde la generación del 98 o quizá desde mucho antes. Y mira por donde, ahora que somos europeos de pleno derecho, nos dicen en Europa que nuestro sistema educativo no cumple las normas ISO de estandarización educativa. Cualquiera hubiera dicho que era todo un éxito, y más ahora que semos bilingües y tenemos ordeñadores personales en casi todas las aulas. ¡La jodimos, Paca!
Al menos nos queda el consuelo de los tontos, pues el virus afecta también allende Los Pirineos. Pero que no cunda el pánico pues nosotros contamos con un nutrido grupo de expertos que están abordando la cuestión de la manera más bonita y popular, se acabe el paro y haiga trabajo, escuelas gratis, medecinas y hospital. Pues bien, esta murga de currelantes ha preparado unas pruebas con muchísimos ítems (siempre pensé que se trataba de preguntas, cuestiones o apartados) que al final nos darán un diagnóstico exacto del mal que aqueja a nuestro sistema operativo (perdón, educativo, ¿en qué estaría yo pensando?) y elaborarán el fármaco adecuado que nos sanará y nos llevará a ser la vanguardia educativa de Europa, del mundo y de la galaxia.
Tras hacer un costoso estudio de mercado llegaron a la conclusión de que un porcentaje nada despreciable del alumnado de la ESO está compuesto por los denominados canis. Quien conozca meridianamente la lengua de Rómulo y Remo sabrá que esta palabra es el genitivo de can, es decir, perro en la lengua de Cervantes, cuyo sentido figurado es el de persona holgazana, perezosa, apática, abúlica y reacia a la realización de cualquier tipo de trabajo físico o mental. Y hete aquí que la cagamos de nuevo, pues si se hubiera tratado de grupúsculos neonazis, antifascistas, antiglobalización o de cualquier otra tendencia ideológica, la solución hubiera sido mucho más fácil. Simplemente se habría creado una nueva asignatura que abordaría transversalmente la susodicha problemática y tales individuos serían nuevamente reconducidos al redil de lo políticamente correcto.
Pero, claro, tratándose de canis todo el mundo sabe que esto es virtualmente imposible pues se trata de especímenes cuya corteza cerebral se muestra impermeable a cualquier tipo de ley de ciudadanía que no venga tuneada con una banda sonora original de flamenquito o reguetón. Y este es el principal hallazgo de los psicólogos y pelabobos que han elaborado las vulgarmente conocidas como pruebas diagnósticas.
Ya en el curso precedente en su primer intento de empatizar con el alumnado cani incluyeron un poético tema de los afamados Andy y Lucas, pero los resultados no fructificaron, previsiblemente por la incapacidad del profesorado para transmitir a los alumnos unos conocimientos menos ortodoxos donde prime la oralidad. Pero lejos de desanimarse, nuestro equipo de expertos ha vuelto a la carga en la presente edición de estas pruebas con unos ítems lo suficientemente tuneados como para vencer la reticencia de los canis a plasmar por escrito sus experiencias cuasi religiosas. Así pues, intuyendo la pasión por las motos de esta nueva tribu del siglo XXI, qué mejor que una campaña publicitaria sobre el uso del casco para dilucidar sus habilidades lingüísticas. Y de postre que muestren el dominio de un amplio vocabulario plasmando el significado de voces tan cultas como pringao, tío y tron, dos de las cuales ni siquiera recoge el DRAE.
En fin, esperemos que los resultados de esta edición sean lo suficientemente satisfactorios como para que no tengamos que sufrir una tercera edición en la que no quiero imaginar qué puede pergeñar el modus examinandi de nuestros expertos para lograr la empatía con esas amplias capas del alumnado carpetovetónico y poder así volver a codearnos con lo más selecto de la aristocracia educativa europea. ¿Acaso les harán plasmar por escrito el significado de palabras como botellona, canuto o farlopa? ¿Les azotaran con una reedición de los grandes éxitos de Camela? ¿O acaso se primarán los conocimientos humanísticos y las lenguas muertas frente a los científico-técnicos incluyendo en las competencias lingüísticas habilidades como el cunnilingus o la fellatio? En próximas ediciones lo sabremos, pues como dice la canción The ítem, my friend, is blowing in the wind.
Al menos nos queda el consuelo de los tontos, pues el virus afecta también allende Los Pirineos. Pero que no cunda el pánico pues nosotros contamos con un nutrido grupo de expertos que están abordando la cuestión de la manera más bonita y popular, se acabe el paro y haiga trabajo, escuelas gratis, medecinas y hospital. Pues bien, esta murga de currelantes ha preparado unas pruebas con muchísimos ítems (siempre pensé que se trataba de preguntas, cuestiones o apartados) que al final nos darán un diagnóstico exacto del mal que aqueja a nuestro sistema operativo (perdón, educativo, ¿en qué estaría yo pensando?) y elaborarán el fármaco adecuado que nos sanará y nos llevará a ser la vanguardia educativa de Europa, del mundo y de la galaxia.
Tras hacer un costoso estudio de mercado llegaron a la conclusión de que un porcentaje nada despreciable del alumnado de la ESO está compuesto por los denominados canis. Quien conozca meridianamente la lengua de Rómulo y Remo sabrá que esta palabra es el genitivo de can, es decir, perro en la lengua de Cervantes, cuyo sentido figurado es el de persona holgazana, perezosa, apática, abúlica y reacia a la realización de cualquier tipo de trabajo físico o mental. Y hete aquí que la cagamos de nuevo, pues si se hubiera tratado de grupúsculos neonazis, antifascistas, antiglobalización o de cualquier otra tendencia ideológica, la solución hubiera sido mucho más fácil. Simplemente se habría creado una nueva asignatura que abordaría transversalmente la susodicha problemática y tales individuos serían nuevamente reconducidos al redil de lo políticamente correcto.
Pero, claro, tratándose de canis todo el mundo sabe que esto es virtualmente imposible pues se trata de especímenes cuya corteza cerebral se muestra impermeable a cualquier tipo de ley de ciudadanía que no venga tuneada con una banda sonora original de flamenquito o reguetón. Y este es el principal hallazgo de los psicólogos y pelabobos que han elaborado las vulgarmente conocidas como pruebas diagnósticas.
Ya en el curso precedente en su primer intento de empatizar con el alumnado cani incluyeron un poético tema de los afamados Andy y Lucas, pero los resultados no fructificaron, previsiblemente por la incapacidad del profesorado para transmitir a los alumnos unos conocimientos menos ortodoxos donde prime la oralidad. Pero lejos de desanimarse, nuestro equipo de expertos ha vuelto a la carga en la presente edición de estas pruebas con unos ítems lo suficientemente tuneados como para vencer la reticencia de los canis a plasmar por escrito sus experiencias cuasi religiosas. Así pues, intuyendo la pasión por las motos de esta nueva tribu del siglo XXI, qué mejor que una campaña publicitaria sobre el uso del casco para dilucidar sus habilidades lingüísticas. Y de postre que muestren el dominio de un amplio vocabulario plasmando el significado de voces tan cultas como pringao, tío y tron, dos de las cuales ni siquiera recoge el DRAE.
En fin, esperemos que los resultados de esta edición sean lo suficientemente satisfactorios como para que no tengamos que sufrir una tercera edición en la que no quiero imaginar qué puede pergeñar el modus examinandi de nuestros expertos para lograr la empatía con esas amplias capas del alumnado carpetovetónico y poder así volver a codearnos con lo más selecto de la aristocracia educativa europea. ¿Acaso les harán plasmar por escrito el significado de palabras como botellona, canuto o farlopa? ¿Les azotaran con una reedición de los grandes éxitos de Camela? ¿O acaso se primarán los conocimientos humanísticos y las lenguas muertas frente a los científico-técnicos incluyendo en las competencias lingüísticas habilidades como el cunnilingus o la fellatio? En próximas ediciones lo sabremos, pues como dice la canción The ítem, my friend, is blowing in the wind.
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