Tal vez sea cierto que "París no se acaba nunca" (Vila-Matas), porque aun habiendo examinado hasta el último rincón de la ciudad, siempre queda una segunda mirada, y una tercera... París no se acaba nunca. A cada minuto te sorprende con un edificio de colosales dimensiones, con un monumento verdaderamente emblemático. La arquitectura parisina, no ya la elevada a la categoría de arte, no la turística, sino más bien la civil, aquella más práctica, la que sirve de cobijo a sus habitantes, no tiene nada que ver con la fealdad de los pisos españoles, demasiado fríos, poco humanos. En cierto modo, da la impresión de que en París aún se vive -insisto: arquitectónicamente- en un pasado clásico, y eso, créanme, es algo alentador. Cosmopolita donde las haya, muy similar a la urbe que González Iñárritu nos muestra en 'Babel', París abre sus fauces al minúsculo ciudadano del mundo que la visita para argumentar en su currículo que, al menos un día, fue transeúnte en el paraíso del...