Sánchez Gordillo o la herejía revolucionaria de nuestros días

No negaré que me atraen los personajes heréticos, aquellos que se apartan de la mediocridad, de la vulgaridad y un día deciden enarbolar la bandera de la originalidad. Siempre me han encantado las soluciones extremas para los problemas extremos, es cierto que ser radical o extremo en las propuestas lleva, en la mayoría de los casos, directamente al desastre, pero no menos cierto es que si se consigue la victoria, el triunfo es un triunfo más verdadero, más poderoso, muy superior al de los mediocres.

Así triunfaron las ideas extremas de Jesús de Nazaret, que comía con paganos y defendía a las prostitutas, perdonaba y amaba a sus enemigos, expulsó del templo a los mercaderes y arremetió con violencia verbal contra la hipocresía de los fariseos, escribas y sumos sacerdotes. Murió como un falso profeta o mesías, pero hoy conocemos el alcance de su originalidad. 

Triunfaron las ideas de Gandhi, propulsor de la desobediencia civil, de la resistencia pacífica y del ayuno voluntario, y triunfaron las ideas de grandes herejes como Galileo, Bruno, Newton, Freud o Einstein. Todos ellos doblegaron ese imperio de la Costumbre que bien describe John Stuart Mill en su ensayo Sobre la libertad, donde escribe: "Precisamente porque la tiranía de la opinión considera como un crimen toda excentricidad, es deseable que, para poder derribar esa tiranía, haya hombres que sean excéntricos. La excentricidad y la fuerza de carácter marchan a la par, pues la cantidad de excentricidad que una sociedad contiene está en proporción a su cantidad de genio, de vigor intelectual, y de coraje moral. El principal peligro actual estriba en el poco valor a ser excéntricos que muestran los hombres". Añade el británico que "nada se ha hecho aún en el mundo sin que alguno haya tenido que ser el primero en hacerlo (...). Todo lo bueno que existe es fruto de la originalidad frente a la uniformidad gregaria".

La actuación de Juan Manuel Sánchez Gordillo me ha hecho aflorar todos estos materiales a la superficie de la memoria. Sin embargo, encuentro en este hereje del siglo XXI varios aspectos que le despojan de las ínfulas de héroe: aplaudo el efecto simbólico de la "expropiación" en los supermercados, lo mismo que la ocupación de las fincas estatales en Osuna. La producción y la tierra deberían ser propiedad de los jornaleros y, en cualquier caso, si se acepta el capitalismo, que sean ellos mismos los beneficiarios de sus ventas y explotaciones.

Para ser un verdadero héroe hay que partir desde la más absoluta humildad y sencillez. Si se confirma que de los 3.100 euros que percibe el señor Sánchez Gordillo 1.000 los dona a su partido y otros tantos a organizaciones no gubernamentales, de tal modo que sus ganancias se quedan en unos 1.200 mensuales, los mismos que los jornaleros de su pueblo, entonces podríamos estar ante un ejemplo de la revolución de un ser humano que, despojándose de sus bienes materiales, habría predicado con el ejemplo y se habría convertido en el personaje herético que mejor representa la lucha antisistema. Un ejemplo a seguir.