Cada
día que pasa me convenzo aún más de que los medios de comunicación,
especialmente la televisión, urden un plan preconcebido para adormecer, para
aletargar, para drogar a las masas. De alguna manera es como si pretendieran suspender
la capacidad crítica, racional o analítica del ciudadano con el objeto de no
hacerle pensar, o tal vez de hacerle pensar según determinados parámetros y
sólo a ciertas revoluciones por minuto para que la maquinaria no comience a
heder a chamusquina.
Cada vez que muere o excepcionalmente
renuncia un Papa a su cargo, es cansinamente masivo el bombardeo informativo
sobre la muerte o la dimisión del pontífice, el posterior proceso del cónclave
y el nombramiento del nuevo sucesor de Pedro en el Vaticano. No llega a
entenderse la importancia que posee hoy día una institución como la Iglesia en
el mundo actual, y mucho menos la elección de un nuevo Papa. Antaño, cuando el
poder político y el religioso hacían y deshacían a sus anchas por el vasto
mundo, era determinante el perfil humano e ideológico del nuevo pontífice, pero
hoy resulta irrisorio que Francisco I o Benedicto XVI pertenezcan a grupos eclesiásticos
reformistas o conservadores, porque sus aprobaciones o condenas sobre aspectos
de la ética o la moral afectan menos a la vida pública o privada que dos
céntimos de euro sobre la calzada de una aldea a las cuatro de la tarde en un
verano andaluz. Por mucho que Bergoglio sentencie que el uso del preservativo
en Alemania o en Teruel ya es necesario, esas palabras hoy no tendrían efecto
ninguno puesto que tanto en uno como en otro lugar ya se viene utilizando el
condón desde hace muchos años independientemente de que el Vaticano dé o no su
visto bueno.
Lo único rescatable de la Iglesia
del siglo XXI son las misiones en el Tercer Mundo y las labores de caridad que
algunas órdenes realizan en los países desarrollados. Esa tarea de ayuda al
prójimo es la única razón de ser de una institución cuya ideología y cuya ética
vital no poseen ya ningún valor preceptivo. A excepción de la hipocresía con la
que algunos celebran el matrimonio en los templos, a excepción de la primera
comunión convertida en un fenómeno social familiar y a excepción de las
procesiones de Semana Santa como un espectáculo de ocio cultural (sin ocultar
la presencia de quienes lo hacen de pura fe), a excepción de todo esto, cada
día acude menos gente a las iglesias, el mensaje se ha quedado obsoleto (no
porque carezca de valor, todo lo contrario), sino porque la sociedad ha
retirado su confianza en la jerarquía al comprobar con el paso de los años que
el mensaje de Jesús de Nazaret ha sido capitalizado y ultrajado por una
institución corrupta, retrógrada y perversa que aún 21 siglos más tarde perdura
porque, en efecto, el producto que “vende” no es de este mundo. El miedo a la
muerte, la esperanza de una vida futura, la salvación del alma… suenan a
producto imperecedero. Si no, otro gallo cantaría.
Hola José Domingo. Alégrome de verte mejor y casi recuperado de tu affaire. Me gusta leerte y ver tus comentarios de la actualidad.Permíteme que te comente modestamente tu artículo sobre el Papa.Estoy de acuerdo con el aletargamiento y la hibernación mental que pretende el poder con la gente para moldear la a su antojo y meterle siempre el miedo en el cuerpo, que ha sido el arma más vieja utilizada por el poder. Pero aun no siendo una persona religiosa ni católica, este Para ha tenido unos gestos hasta ahora que no deben ser despreciados. Creo que tiene un algo distinto e incluso que puede llegar a ser incomodo entre la curia romana. Ya veremos. Enhorabuena por tu recuperación.
ResponderEliminarHola Sergio. Muchas gracias, aunque mi recuperación creo que va para algo más largo. La voz sale bien, pero no me aguanta más de un cuarto de hora. Espero estar mejor para la vuelta tras Semana Santa. Por otro lado, es cierto que este Papa ha mostrado algunos gestos no despreciables, sin embargo, de momento son simbólicos. En cualquier caso, al margen de estos detalles, lo que yo pretendo decir en el artículo es algo diferente: incluso aunque la praxis de Francisco I llegara a ser heterodoxa para la curia, los dictámenes de la Iglesia o del Papa no tienen hoy ningún valor preceptivo en la vida. La Iglesia perdió ya su poder de siglos atrás. A nivel de jerarquía, la institución ha quedado obsoleta, no es más que un amasijo de septuagenarios con sotana y cacerola en el cráneo dedicados a la vida contemplativa y cuyos discursos sobre la ética o la moral hoy no son vinculantes para nada. Hoy día la Iglesia ya no tiene el poder de cambiar el mundo.
ResponderEliminar