Después de observar las manifestaciones contra una
ley que permite a los homosexuales contraer matrimonio, no me extraña que algún
día la España profunda se eche a la calle para reivindicar el derecho a que
todo el mundo beba leche de vaca y no de soja. No salgo de mi asombro: no hace
falta ser homosexual para constatar que es de garrulos manifestarse contra algo
que hace feliz a los demás y que, al fin y al cabo, no afecta negativamente a
la libertad del otro.
Parece que ni el sector rancio y católico del país
de Baudelaire llegó a comprender los primeros versos de sus flores malignas: “Mas,
entre los chacales, las panteras, los linces, los simios, las serpientes, escorpiones
y buitres, los aulladores monstruos, silbantes y rampantes, en la, de nuestros
vicios, infernal mezcolanza ¡Hay uno más malvado, más lóbrego e inmundo! Sin
que haga feas muecas ni lance toscos gritos convertiría, con gusto, a la tierra
en escombro y, en medio de un bostezo, devoraría al Orbe; ¡Es el tedio! –Anegado
de un llanto involuntario, imagina cadalsos, mientras fuma su yerba. Lector, tú
bien conoces al delicado monstruo, –¡hipócrita lector –mi prójimo–, mi hermano!”
El tedio y la hipocresía, pero también la necedad y
la estulticia. ¿Cómo, si no, explicar las contradicciones en las que incurre
desde antaño el sector más conservador de “la España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía, la que es devota de Frascuelo y de María, la España
inferior que ora y embiste?” Contradicciones de Perogrullo como pregonar desde
los púlpitos el amor al prójimo y a los enemigos y al mismo tiempo protestar en
las calles contra un derecho que hace feliz a dos personas del mismo sexo.
Pregonar desde los púlpitos las bienaventuranzas para los más débiles y
arremeter al mismo tiempo contra la libertad de la mujer para decidir si trae
al mundo un hijo con anencefalia. Pregonar desde los púlpitos la caridad y
emperrarse al mismo tiempo en postergar el sufrimiento de un paciente que pide
a gritos la desconexión de su vida a una máquina del demonio. Pregonar desde
los púlpitos la ayuda a los pobres y enfermos y al mismo tiempo ser
intransigente en el uso del preservativo en África. ¡Es el tedio, hipócrita
lector, mi hermano, mi semejante!
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