Muy cerca de Santiago han fallecido 79 personas y 129 han resultado heridas al descarrilar un tren Alvia. Ésta es la única realidad inviolable, la noticia en sí. Todo lo demás son ganas de lanzar carnaza, de moldear el termómetro de la opinión pública, de captar audiencias para ganar dinero, de influir en los estados de sentimiento de los mortales, y de jactarse de papismo papal. El accidente de tren en Santiago permite de nuevo a los medios y a los partidos políticos construir la realidad, encauzarla según sus intereses y activar un bucle con eterno retorno: los medios influyendo en los sentimientos de las masas, y éstas, que interpretan la realidad como la verdad total y absoluta, influyendo, a su vez, en los medios para continuar soltando el mismo lastre de siempre porque saben que sus gestos van a ser recogidos por las cámaras. En medio de la tragedia, los medios y las masas tienen que buscar un culpable. Porque sin culpable no hay ira, y sin ira no hay se
Liberémonos de lo políticamente correcto, despojémonos del fariseísmo y de esa aparente aura de civilización. Desatemos nuestros instintos, como los animales en las graderías de los campos de fútbol, y situémonos –ficticiamente, no queda otra– en la tentativa de que, por un día, cada uno de nosotros tuviera poder absoluto e inmunidad para hacer y deshacer en el ámbito político de este país. Cómo no arder en ira y violencia contra una piara de estúpidos que recientemente propone excluir a lesbianas y mujeres solas de la reproducción asistida. Son como el perro del hortelano: obligan a parir a mujeres que no quieren ser madres, y sin embargo no permiten serlo a quienes lo están deseando. Cómo no arder en ira y violencia contra un rebaño de ineptos que cuenta entre sus filas con el mismísimo presidente del Tribunal Constitucional. Por mucho que la ley permita la afiliación de magistrados a partidos políticos, es un esperpento nacional que la máxima instanc