La ciencia nos guía, nos conduce por caminos insospechados. La medicina es la ciencia que más satisfacciones nos ha aportado: gracias a ella hemos logrado situar la esperanza de vida en los 80 años de media y erradicar, además, enfermedades otrora mortales. Si bien al principio los avances médicos sólo estuvieron al alcance del capital, más tarde, con la democratización de la ciencia, llegaron hasta las capas más bajas gracias a la instauración de un sistema público sanitario. Así nació y floreció la industria farmacéutica, que se enriqueció “a costa de” mejorar la salud de los ciudadanos. Hasta aquí lo admisible, otro cantar es cómo la industrialización de la ciencia se ha convertido en un fenómeno en el que la salud humana ha salido perjudicada para beneficiar los intereses económicos de aquellas empresas que se dedican a comercializar con el progreso científico. La obsesión por la dieta y el adelgazamiento engendró la invención de una industria basada en...
La sal en la herida